Según la asociación española de pediatría corrobora que el uso excesivo de pantallas perjudica algunas áreas como el sueño, donde hay un aumento de somnolencia durante el día y una disminución en la somnolencia nocturna, menor secreción de melatonina, disminución y retraso de los periodos REM, entre otros. Esto favorece los estados de ánimo depresivos, las alteraciones en la conducta, disminución en el autoestima y alteraciones en el desarrollo cerebral.
Se ha demostrado también que la limitación en el uso de los dispositivos móviles favorece la actividad física necesaria en los niños y los adolescentes que debe ser de un mínimo de 60 minutos diarios. Además, se ha vinculado la reducción de tiempo en pantallas con la reducción de la presión arterial y el aumento del colesterol “bueno”. Por último, cabe resaltar que la evidencia científica ha apuntado a la disminución del espesor de la corteza cerebral en varias regiones por el uso excesivo de las pantallas.
Con esta introducción, es importante resaltar la importancia de conversar estas medidas en casa con hechos contundentes que nos brindan expertos sobre la forma en que debemos mediar con nuestros hijos e hijas las horas de pantallas. Primando lo que ya la evidencia nos está enseñando, no solo en cambios cerebrales sino en los comportamientos que vemos en nuestros propios hijos e hijas. Es importante sentarnos como familia y compartir estos aprendizajes.
Las novedades que aportan los últimos estudios, según la asociación española de pediatría, afirman que tanto el uso de dispositivos para calmar o premiar a los niños y niñas antes de los 6 años, como su uso rutinario generan dificultades en su autogestión, ocasionando también dependencia en las pantallas para encontrar la regulación emocional, donde a su vez, como una bola de nieve, genera problemas en la consolidación de la auto regulación en edades posteriores.
La adolescencia no se queda atrás. No es un secreto para los adultos, que los dispositivos electrónicos trabajan con unos sistemas de gratificación inmediata, no solo desde los juegos sino desde el mismo sistema de comunicación, donde nos permite comunicarnos al instante. Esto genera en los adolescentes una mayor activación de la corteza límbica (una región encargada del procesamiento emocional, la motivación, la memoria, entre otras.) y una disminución en la actividad frontal del cerebro. Esto con un ingrediente crucial que nos permiten los dispositivos como lo es la multitarea hace que se asocie con peores resultados cognitivos, una disminución de la capacidad de filtrar las distracciones y un aumento de la impulsividad y disminución de la memoria de trabajo.
Es irreal pensar que las pantallas llegaron para luego irse luego de esta reflexión, vivimos en momento donde están inmersas en nuestro día a día, la reflexión está en poderles dar un tiempo y un espacio, donde no reemplacen nuestro rol de padres, ni los momentos de familia donde se presentan inconvenientes que deben ser trabajados como humanos que somos y que al fin y al cabo, son los momento que tenemos para que nuestros niños y niñas practiquen esas habilidades sociales y personales que, cuando no estemos, van a necesitar y ningún tiempo en pantallas, se los va a desarrollar, por ahora, seguimos necesitando el contacto humano y siempre recordemos, somos seres sociales.
Equipo de Psicología